Viajar a Tanzania es hacerlo a un destino que invita a la aventura. Lugar de culturas fascinantes, de abundante fauna salvaje, de llanuras infinitas, de playas idílicas, de cimas nevadas y gente afable.
Tanzania es la tierra de los safaris, de los mejores safaris de África. Ya sea en camión como en confortables 4×4. Sus parques dan cobijo a uno de los ecosistemas más espectaculares que existe en el planeta. Desde hipopótamos a pequeños antílopes; desde los impasibles elefantes a las bellas jirafas, desde los más temibles felinos a los sorprendentes y próximos chimpancés. Sus tierras son sinónimo de VIDA.
Lugares como Tarangire N.P. con sus enormes manadas de elefantes que cruzan el parque en busca de agua, el bello Parque Nacional de Manyara, hogar de los inusuales leones trepadores, El Parque de Ruaha habitado por infinidad de cebras, el frondoso Arusha N.P. al pie del Monte Meru, el insólito Lago Natrón con su montaña sagrada, el Oldonyo Lengay, o la Reserva de Selous, entre otros, son algunos de los ejemplos de cuán espléndido es este país, y de la variedad de oferta para realizar safaris de viajes en grupo, viajes privados con más o menos lujo o comodidad, de viajes con niños o en pareja disfrutando de su luna de miel.
Pero si hay dos lugares míticos son el Cráter del Ngorongoro y el Serengeti N.P. Ngorongoro es una enorme caldera de un antiguo volcán extinto que se ha convertido en hogar permanente para más de 25.000 mamíferos convirtiéndolo así, en una inusual Arca de Noé. Y Serengeti, cuyo nombre ya evoca infinidad de aventuras y sueños intrépidos, nos ofrece uno de los más impresionantes espectáculos de la naturaleza. Miles de ñus, cebras y pequeñas gacelas dan continuidad, año tras año, día tras día, al ciclo de la vida. Sus llanuras son testimonio de la GRAN MIGRACIÓN, cuyo punto álgido tiene lugar en las aguas del río Mara, frontera con la vecina Kenya y el imponente Masai Mara.
Y todo ello, presidido por el Majestuoso Kilimanjaro, lugar de míticas leyendas y testimonio del deambular de sus habitantes. Una población heterogénea que va desde los míticos guerreros masai, habitantes de las tierras altas volcánicas de origen nilótico, a los hadzabe, pequeño grupo de bosquimanos que habitan los alrededores del lago Eyasi, o los makonde, hábiles talladores de madera procedentes de las tierras de Mozambique.
Para acabar, como no, en sus impresionantes playas. En el paraíso en la tierra. Su costa es, sin duda, una de las más bellas del continente africano, destacando la pequeña Zanzíbar. Esa histórica isla que será el deleite, tanto del que busca la tranquilidad de las playas de arena blanca, como del que busca actividad y cultura.